martes, abril 19, 2005

GANAN LOS COYOTES

El sábado pasado fui a ver Los Coyotes, la nueva obra de teatro de Jorge González, mejor conocido en ciertos círculos de dudosa reputación como “el Gran.”

Jorge González tiene talento. Irrumpió en la escena artística a principios de los noventa como cantante de la banda de rock/punk Nalgada de Oro, cuyos miembros se vestían de mujer y cuyo repertorio estaba compuesto de canciones tontas pero muy cómica y entre las cuales podía figurar un “cover” de Los Borregos, la canción de Gloria Trevi.

Su primera obra de teatro fue Aquí estamos otra vez y se presentó en el teatrito de la U.H.S., su alma máter. Casi nadie recuerda de qué trataba la obra. Sin embargo, prácticamente todo el que la vio la recuerda como algo mucho más grande que lo que fue. Pienso que Aquí estamos otra vez era una mezcla extraña, pero entretenida, de Pirandello y Chespirito… algo así como Seis Chavos en busca de un Chapulín. Esta obra tiene el dudoso mérito de haber lanzado la carrera del actor Yamil Collazo. Si González era el Tennessee Williams de la nueva generación, Collazo era su Brando en A Streetcar Named Desire.

Su segunda obra fue Conioplik y se presentó en el teatrito de la UPR. Ésta es probablemente la obra más oscura y menos conocida del autor. Se parece mucho a La estación eléctrica, una de sus obra más recientes. Ambas están ambientadas en un futuro apocalípticamente absurdo que sirve de telón de fondo para las crisis existenciales de los personajes.

Terminado su bachillerato en la UPR, González se fue a Nueva York a estudiar dramaturgia en la Universidad de Columbia. Estos son los años perdidos de Jorge González. En Nueva York fue que Jorge González, influenciado por el lado oscuro de la fuerza, empezó a escribir como un dramaturgo serio y, para colmo, folklórico. Me pregunto si su público ya lo perdonó por Vieques, obra que dentro de todo le trajo premios y reconocimiento en los niuyores. Pero bueno, tremendo susto que se llevaron sus fanáticos: ¡¿Jorge González, nuestro próximo Francisco Arriví?! Todavía lo pienso y me dan náuseas.

A lo que voy es que Jorge González es un tipo bastante gracioso y debe preocuparse menos por ser un Arthur Miller y más por ser un Darío Fo. De igual manera, es una pena que González no cultive su vena de “showman.” Sería tremendo intérprete de sus propios textos y no necesitaría que Israel Lugo fuera su alter ego en escena. Se me antoja imaginármelo como un Woody Allen en el cuerpo de Tavín Pumarejo, con todo el respeto que el Higado se merece.

Pero volvamos a las obras. Ya mencioné La estación eléctrica. Hablemos de Los Coyotes.

Los Coyotes es puro Jorge González. La obra exhibe una clara continuidad con respecto a sus obras anteriores y da indicios de cierta madurez temática y estilística. Ya podemos decir, confiados, que las preocupaciones de González son de corte existencialista. Su vocación, cómico-absurdista. Sus referencias, eminentemente pop. Con tremendo ojo y oído para las idiosincrasias. ¿Beckett meets Carlos Ferrari?

La obra gira en torno a cinco amigos de toda la vida que en el presente conforman un equipo de baloncesto aficionado que se llama –¡adivinen cómo!- los Coyotes. Los cinco se han reunido en casa de uno de ellos para ver una pelea de Tito Trinidad. Desde temprano en la noche empiezan a manifestarse toda una serie de rollos y problemas con los cuales estarán bregando durante el resto de la obra, rollos que tienen que ver con cómo ellos se asumen como hombres y como parte del grupo de amigos.

El primer acto es muy cómico. Conocemos a los personajes y sus patologías: Orlando (Ernesto Concepción) tiene treinta años, todavía vive en su casa y odia que la mamá lo trate como a un adolescente; Alex (Israel Lugo) es el único que tiene novia, la ama y la adora, pero le molesta que sea vegetariana; José (Julio Ramos) es el centro del equipo, su apellido es Ortiz. No es familia de Piculín, pero usa su Gel; Mario (Carlos Vega) estudió trabajo social, pero no consigue trabajo. Por lo pronto, se hospeda, de gratis, en casa de Carlos (Modesto Lacén), el único que vive solo, que siente que sus amigos se aprovechan de él y lamenta que Carlos viva en su casa pues si estuviera solo podría caminar desnudo por ella.

La trama de la obra es escueta, realmente un pretexto para mantener a los personajes interactuando. Según avanza la obra, se va poniendo más seria. Es larga y tiene uno que otro problemita formal aquí y allá, pero en general vale la pena. Más que nada, porque la obra tiene sustancia. Jorge González tiene ideas muy interesantes sobre lo que es ser un hombre en esta isla. Su forma de expresarlas es una obra de teatro en la que nuestros rollos colectivos se verbalizan y actúan en escena. En ese sentido, Los Coyotes es tremendo “acting out” de la quedaera existencial del homo portorricensis.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Que loquera. Me acuerdo del nacimiento del termino Conioplik. Jorge (a quien le puse Esau de apodo) se lo invento, durante los jangueos de nuestro corillito enfrente del teatro de la UPR en 1992-93, como una broma a alguien. Le mostro una hoja de palma a esa persona, diciendole que la planta se llamaba conioplik y que tenia propiedades alucinogenicas. Esta persona se comio dicha hoja y no le cayo muy bien.

4:18 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

mi ekpipo de baloncesto se llama los coyotes ya desde muxos años me sorprende k ayan exo una obra de teatro sobre nosotros,aunque no tenga nada que ver con nuestra vida pero es divertido

12:38 p.m.  

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