UN INVIERNO EN PARIS
Estas navidades, o lo que van de ellas, han estado lentas. Eso me ha dado tiempo para pensar en cuáles han sido mis navidades más memorables. Tres me vienen a la cabeza: las del 98, las del 2002 y las del 2003. Ya hablé de las del 2002 (ver post sobre viaje a Brasil). Hoy hablaré de las del 98.
Las navidades de ese año las pasé en Europa, específicamente en Francia y España. Mi novia para aquel entonces estaba estudiando en París y yo fui a visitarla. Estuve un total de tres semanas, dos de ellas en París y una entre Madrid y Barcelona. Durante ese viaje fue que me enamoré definitivamente de París. Confieso que al principio la odié. Yo venía haber de vivido en Nueva York y no podía bregar con cosas como que no hubiera donde comer después de las once de la noche o que todo estuviera cerrado los domingos.
La gran diferencia entre Nueva York y París es la siguiente. Nueva York es una ciudad que se ajusta a uno. Es decir, Nueva York será todo lo que uno quiera que ella sea. París, no. Uno es el que tiene que ajustarse a la ciudad. París tiene la arrogancia de una ciudad en la que las cosas se han hecho de la misma forma por siglos y que no tiene planes de cambiar. En otras palabras, Niuyores hay muchos, tantos como las idiosincrasias de sus habitantes, pero París sólo hay una.
No fue sino hasta casi el final de mi viaje que empecé a disfrutar de los placeres que depara el Viejo Mundo a cualquiera que esté dispuesto a aceptar sus términos y condiciones. Fue casi al amanecer. Mi novia y yo habíamos estado despiertos toda la noche y a las seis de la mañana teníamos hambre. Bajé a la boulangerie de la esquina a comprar medio baguette y unos cuantos croissants. Aquellos croissants estaban acabados de hacer y sabían a gloria. Esa mañana, afuera todavía era de noche, entendí que el encanto de París está en las cosas más simples.
2 Comentarios:
Esta foto está cabrona. Me han dado unas ganas cabronas de meterme en una caja y enviarme a París (no tengo dinero para más, y sólo peso 90 lb). ¿Quién la sacó?
damn, la literatura de los riquitillos es tan cosmopolita. sus vidas son tan literarias si se quiere. fui a visitar a mi novia a francia. ja. fui a visitar a mi novia en shangai (el barrio) imaginando que iba a la china y veía miles de bicicletas y nuevos ricos de ojos rasgados. al llegar a casa de mi novia le di una peseta al tecato de la esquina y entré. chichamos rápido porque teníamos que ir a trabajar. lo que me jode de sahangai es que todo está abierto, siempre, seven ileven, las gasolinerías, las posibilidades de que me asalten. te envidio cabrón. cuando te ataca el spleen te vas a paris o a rio. si te encuentro caminando por shangai, haciendote pasar por interesante en busca de emociones, te mataría. de pura envidia. le echaría la culpa al tecato. chicharía con mi novia con prisa porque tenemos que ir a trabajar. después del polvo le diría, vete a paris para poder ir a visitarte más tranquilo. ella, claro, se ríe y me besa los labios.
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