lunes, enero 09, 2006

UNA NOCHE CON SHAGGY


Su nombre es Edwin, pero todo el mundo lo conoce como Shaggy. Lo conocí la otra noche en el jangueo y rápido supe que iba a escribir sobre él en el blog. Shaggy es, literalmente, un personaje. Es el tipo de persona cuya vida tiene más de ficción que de realidad. Lo primero que hay que decir sobre él es que tiene eso que llaman don de gente. Se echa a la gente en el bolsillo con gran facilidad. Es un comediante. Las mujeres lo adoran porque las hace reir o les suple drogas. Lo mismo podría decirse de los hombres. Shaggy dista de ser un tipo guapo. Quizás por eso es que ha desarrollado toneladas de personalidad. Shaggy se mueve en los bajos mundos y eso es parte de su encanto. Su madre trabaja en la Administración de Tribunales. Para Shaggy, éste es su fallo trágico. Sabe que su madre lo puede sacar de cualquier problema y eso lo ha llevado a pensar que es invulnerable. Esto me lo cuenta mientras enrola un philly. Son las cuatro de las mañana de la víspera de reyes. Mi carro está en casa de una amiga en Isla Verde. Yo acabo de abandonar a mi amiga para irme con Shaggy que me ha invitado a quemar. Ahora estoy sentando en el asiento del pasajero del carro de Shaggy, que está enrolando. Me friquea el hecho de que estamos estacionados en plena calle San Francisco y las ventanas del carro están abajo. Cuando termina de enrolar, pone el carro en marcha. Vamos en dirección a Kali, el after del Condado. A la salida de San Juan, nos encontramos con que están desviando el tráfico. Hay guardias en todas partes y esto amenaza con afectar la nota. Shaggy me revela que se dio dos pases de perico en el Nuyorican. Mi amiga me advirtió que Shaggy era hardcore, pero yo decidí como quiera irme con él. Shaggy me cuenta que su hermano vende regular, creepy, zanax y no sé que otras pepas. ¿Por qué Shaggy me está diciendo esto? Ya yo sé que 90% de lo que dice Shaggy es mentira así que no le presto atención. Pero estoy fascinado con él. Es como una especie de duende que ha salido de la nada para entretenerme. Me recuerda a The Dude, el personaje de The Big Lebowski. Cuando llegamos a Kali, yo exhalo con el alivio de haber llegado a salvo a mi destino. Siento que me puse en una situación de peligro y que sobreviví. En Kali se suponía que nos encontráramos con mi amiga y sus amigas. No han llegado. Cuando las llamo, me informan que se van a rajar. Eso significa que me voy a tener que montar de nuevo en el Shaggymóbil. Ya estoy arrebatado y no contaba con una segunda trilla con Shaggy. Camino a Isla Verde me cuenta de un amigo gay que tiene dos amigas bisexuales que están bien buenas. Añade, como una nota al calce, que él ha jodío con ellas, pero que le ha costado caro, pues a esas jevas hay que intoxicarlas. Esto es evidentemente el discurso de un bugarrón, pero, como quiera que sea, me sobrecoge la capacidad que tiene Shaggy para sacarle ficción a su vida. Si escribiera sería un gran escritor. Me estoy gozando cada una de sus historias inverosímiles: las veces que lo han bosteado los guardias, la vez que chocó por detrás el Mercedes de dos cacos que para colmo eran gemelos, la vez que su amiga Leyla guiaba borracha y él tuvo que aguantarla por el moño mientras ella vomitaba con la puerta abierta y el carro en movimiento. Son estas escenas las que hacen que la película de Shaggy sea tan entretenida. No he dicho que Shaggy, que tiene más de treinta, vive con sus padres en los suburbios de Cupey y trabaja como chef en un restaurante argentino. Me contó que de chamaco dejó la universidad para tener una barra/restaurant en el Viejo San Juan. No tenía permiso para vender alcohol, así que consiguió que un funcionario del ICP pusiera en el sistema que en ese local se vendía alcohol para el 1912, precedente que viabilizaría la licencia. Su socio en esa empresa era el padre del empleado del ICP. Me encanta la literatura.

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