PROCRASTINATION REPORT
Esta es la que hay. Es el fin de semana de Halloween, y yo he decidido quedarme en mi casa, reservándome mi derecho a la soledad y a la misantropía. No he hecho otra cosa que ver televisión.
Ayer sábado, por ejemplo, volví a ver Sideways, después de haber dicho, en un “post” anterior, que es la mejor película que he visto este año. Luego, me la pasé cambiando canales hasta que, a las 9:00 p.m. vi un episodio de CSI: Miami en CBS. Y a las 10:00 p.m., vi la repetición del episodio del domingo pasado de Desperate Housewives. A las 11:00 p.m., leí el primer capítulo de un libro que se llama Thoughts Without a Thinker. Y a las 12:15 a.m., me acosté. Prendí el televisor y vi que estaban dando Road House en TNT. Lo pusé en “mute” y leí dos o tres artículos de una colección de escritos periodísticos de Gabriel García Márquez. Apagué el televisor y me dormí.
Hoy domingo, se supone que trabaje. Tengo que escribir un artículo para el periódico y un libreto para un programa de televisión. Ambos son para mañana. Son las 5:20 p.m. y todavía no he hecho nada. Me gusta procrastinar.
En VH1 están dando un maratón de I Love the 80’s 3-D. Suelo disfrutar de este tipo de “factual entertainment” que es como le llaman en EE.UU. a este tipo de programa. Me parece maravilloso que la industria del entretenimiento haya generado su propio aparato museográfico. Gracias a programas como éste, los “Gen-Xers” tenemos la posibilidad de buscar, en estos fósiles y jeroglíficos “pop”, las señas de nuestra identidad. Yo los veo como una suerte de “visual aids” psicoanalíticos. Case in point, lo que acabo de ver en I Love the 80’s 3-D de 1984.
Casi al final de programa, se burlaron de la película Police Academy. Confieso que esto me molestó. Police Academy marcó a mi generación; de lo contrario, no hubiera figurado en el especial. Pensé que la razón para mi molestia era que se menospreciara una película que, a fin de cuentas, dio pie a cerca de 37 secuelas. O dicho de otro modo: ¡tan mala no era! Tengo que reconocer que mi sentido de incomodidad se debe a razones más personales.
Fui mi abuela por parte de madre la que, una tarde, nos llevó a mí y a mis hermanos a ver Police Academy. Era el verano de 1984, así que yo tenía diez años. Fuimos y nos reímos de los chistes que pudimos entender. Cuando regresamos a casa de mi abuela, pasó algo que no entendería en el ese momento, pero que, por alguna extraña razón, se quedaría en mi cerebro esperando ser entendido años más tarde.
Mi abuela le empezó a contar a mi abuelo de la película. Le contaba en inglés para que nosotros no nos enteráramos de lo que estaba diciendo. Años más tarde, caí en cuenta. Mi abuela le estaba contando la escena en que el personaje Mahoney se esconde con una prostituta en el interior de un podio. Acto seguido, entra el Comandante Lassard a dictar una conferencia desde el mismo podio. Mientras Lassard da la conferencia, la prostituta tiene la iniciativa de bajarle el “zipper” y darle sexo oral al Comandante, quien continuaría dando la conferencia a pesar de la distracción. Esta escena le gustó tanto a mi abuela que quiso compartirla con mi abuelo. La recuerdo muerta de la risa mientras se lo contaba a mi abuelo que no entendía bien lo que estaba pasando. Después de todo, le estaba contando una escena de una película que había ido a ver con sus nietos. Este recuerdo se lo debo a I Love the 80's.
De mi abuela tengo muy pocos buenos recuerdos. Más que nada, recuerdo mis rabietas, lo malcriado que era con ella. También recuerdo que lo demacrada que llegó a estar por culpa de un cáncer que finalmente acabaría con ella en 1986, dos años después de habernos llevado a ver Police Academy y haberse reído de una mamada de bicho.
Ayer sábado, por ejemplo, volví a ver Sideways, después de haber dicho, en un “post” anterior, que es la mejor película que he visto este año. Luego, me la pasé cambiando canales hasta que, a las 9:00 p.m. vi un episodio de CSI: Miami en CBS. Y a las 10:00 p.m., vi la repetición del episodio del domingo pasado de Desperate Housewives. A las 11:00 p.m., leí el primer capítulo de un libro que se llama Thoughts Without a Thinker. Y a las 12:15 a.m., me acosté. Prendí el televisor y vi que estaban dando Road House en TNT. Lo pusé en “mute” y leí dos o tres artículos de una colección de escritos periodísticos de Gabriel García Márquez. Apagué el televisor y me dormí.
Hoy domingo, se supone que trabaje. Tengo que escribir un artículo para el periódico y un libreto para un programa de televisión. Ambos son para mañana. Son las 5:20 p.m. y todavía no he hecho nada. Me gusta procrastinar.
En VH1 están dando un maratón de I Love the 80’s 3-D. Suelo disfrutar de este tipo de “factual entertainment” que es como le llaman en EE.UU. a este tipo de programa. Me parece maravilloso que la industria del entretenimiento haya generado su propio aparato museográfico. Gracias a programas como éste, los “Gen-Xers” tenemos la posibilidad de buscar, en estos fósiles y jeroglíficos “pop”, las señas de nuestra identidad. Yo los veo como una suerte de “visual aids” psicoanalíticos. Case in point, lo que acabo de ver en I Love the 80’s 3-D de 1984.
Casi al final de programa, se burlaron de la película Police Academy. Confieso que esto me molestó. Police Academy marcó a mi generación; de lo contrario, no hubiera figurado en el especial. Pensé que la razón para mi molestia era que se menospreciara una película que, a fin de cuentas, dio pie a cerca de 37 secuelas. O dicho de otro modo: ¡tan mala no era! Tengo que reconocer que mi sentido de incomodidad se debe a razones más personales.
Fui mi abuela por parte de madre la que, una tarde, nos llevó a mí y a mis hermanos a ver Police Academy. Era el verano de 1984, así que yo tenía diez años. Fuimos y nos reímos de los chistes que pudimos entender. Cuando regresamos a casa de mi abuela, pasó algo que no entendería en el ese momento, pero que, por alguna extraña razón, se quedaría en mi cerebro esperando ser entendido años más tarde.
Mi abuela le empezó a contar a mi abuelo de la película. Le contaba en inglés para que nosotros no nos enteráramos de lo que estaba diciendo. Años más tarde, caí en cuenta. Mi abuela le estaba contando la escena en que el personaje Mahoney se esconde con una prostituta en el interior de un podio. Acto seguido, entra el Comandante Lassard a dictar una conferencia desde el mismo podio. Mientras Lassard da la conferencia, la prostituta tiene la iniciativa de bajarle el “zipper” y darle sexo oral al Comandante, quien continuaría dando la conferencia a pesar de la distracción. Esta escena le gustó tanto a mi abuela que quiso compartirla con mi abuelo. La recuerdo muerta de la risa mientras se lo contaba a mi abuelo que no entendía bien lo que estaba pasando. Después de todo, le estaba contando una escena de una película que había ido a ver con sus nietos. Este recuerdo se lo debo a I Love the 80's.
De mi abuela tengo muy pocos buenos recuerdos. Más que nada, recuerdo mis rabietas, lo malcriado que era con ella. También recuerdo que lo demacrada que llegó a estar por culpa de un cáncer que finalmente acabaría con ella en 1986, dos años después de habernos llevado a ver Police Academy y haberse reído de una mamada de bicho.
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