SOBRE SPAM Y OTROS ROLLOS CULINARIOS
No sé cocinar. Corrección: sé cocinar muy pocas cosas. Lo poco que sé lo aprendí cuando me fui a estudiar una maestría en Nueva York. En otras palabras, porque no me quedó otro remedio. Mi madre me dio, por escrito, las tres recetas que me eran imprescindibles: avena para el desayuno, arroz y habichuelas. Las habichuelas siempre me quedaron aguás, pero la avena y el arroz blanco me quedaban muy bien. En una bodega de la calle Ludlow compraba plátanos para hacer amarillos. Mi madre me mandaba por correo sofrito y adobo. La compra la hacía en un supermercado que quedaba en la esquina de Bleeker y La Guadia Place. Allí descubrí el arroz y habichuelas marca Goya, ambas cosas mezcladas, que se cocinaba como si fuera arroz sólo. Recuerdo que mi roommate Jeff, un gringo de Massachussets, sucumbió al encanto y pronto empezó a comprarlo para él. En varias ocasiones, cociné pollo al horno, pero la espera me parecía exagerada. En cambio, empecé a comer Spam. Corrección: volví a comer Spam, tal y como lo hice durante mi niñez y adolescencia. Pero la decadencia realmente vino cuando empecé a cenar macarrones con queso marca Kraft.
Terminé la maestría y regresé a Puerto Rico a vivir de nuevo en casa de mis padres. Al año y medio fue que me mudé con un roommate a un segundo piso en la urbanización El Vedado de Hato Rey. Allí estuve seis meses hasta que compré el apartamento en el que vivo desde hace cuatro años y medio. En los casi seis años y medio desde que regresé de Nueva York es muy poco lo que he vuelto a cocinar. Me la he pasado comiendo afuera o en casa de mis padres. En una época, desayunaba en panaderías y hasta me convertí en un connoisseur de las mismas. Recuerdo que desarrollé todo un sistema para rankear panaderías. En otro momento hablaré de ese sistema; ahora sólo diré que, entre las que yo frecuentaba, la mejor era una en la 65 de Infantería, por el área de San Agustín, cuyo nombre no recuerdo.
Todo esto cambió cuando empecé a salir con S. hace varios meses. Gracias a ella, hoy voy a Pueblo, cocino y me gasto menos dinero en comida. Mi menú es parecido al que comía en Nueva York: avena y/o sandwish de jamón, queso y huevo (ahora en pan integral) en el desayuno, arroz blanco con pechuga rellena de pollo o pasta en la cena. Cada vez cocino más y mejor. Hace un ratito, me hice un arroz blanco que me quedó espectacular.
Terminé la maestría y regresé a Puerto Rico a vivir de nuevo en casa de mis padres. Al año y medio fue que me mudé con un roommate a un segundo piso en la urbanización El Vedado de Hato Rey. Allí estuve seis meses hasta que compré el apartamento en el que vivo desde hace cuatro años y medio. En los casi seis años y medio desde que regresé de Nueva York es muy poco lo que he vuelto a cocinar. Me la he pasado comiendo afuera o en casa de mis padres. En una época, desayunaba en panaderías y hasta me convertí en un connoisseur de las mismas. Recuerdo que desarrollé todo un sistema para rankear panaderías. En otro momento hablaré de ese sistema; ahora sólo diré que, entre las que yo frecuentaba, la mejor era una en la 65 de Infantería, por el área de San Agustín, cuyo nombre no recuerdo.
Todo esto cambió cuando empecé a salir con S. hace varios meses. Gracias a ella, hoy voy a Pueblo, cocino y me gasto menos dinero en comida. Mi menú es parecido al que comía en Nueva York: avena y/o sandwish de jamón, queso y huevo (ahora en pan integral) en el desayuno, arroz blanco con pechuga rellena de pollo o pasta en la cena. Cada vez cocino más y mejor. Hace un ratito, me hice un arroz blanco que me quedó espectacular.
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