viernes, noviembre 25, 2005

MIS VIDAS PASADAS


Hace dos años, para mi cumpleaños, un amigo me dio de regalo una cita con una clarividente mexicana cuyo nombre es Georgette. Su fama la precedía. Mi amigo me explicó que la conoció aquí en Puerto Rico, pero que había escuchando a hablar de ella cuando él vivía en México. De Georgette se decía que le había leído los pies a más de un presidente mexicano. Sí, leyeron bien: leer… los pies. That’s her thing. Así que la llamé y saqué una cita con ella.

Antes de seguir, quisiera hablar de mi relación con este tipo de cosa. Primero que nada, me declaro un aficionado de la astrología. La considero una herramienta de self-discovery tan válida como la psicoterapia. Escuchando a mi astróloga leer mi carta aprendí cosas demasiado parecidas a las que aprendí en la oficina de la que fue mi terapeuta hace varios años. He llegado a la conclusión de que ambos son sistemas de representación de la personalidad, y que funcionan en la medida que uno los asuma.

Pero hay otra cosa. No me gusta que me lean el futuro. El porqué de esto, es algo que me da trabajo explicar, pero tiene que ver con cómo este tipo de práctica suele sobrealimentar el ego, en mi caso, cierto complejo mesiánico que viene con haber estudiado en un colegio de jesuitas, esos que un amigo muy acertadamente llamó los Jedi Knights de la Iglesia Católica. En otras palabras, no necesito el estrés de creerme que estoy en el mundo para salvarlo. Sí, soy Luke Skywalker al principio de la Star Wars original. Cuán patético.

Habiendo dicho esto, puedo continuar con la historia de Georgette.

Era de noche y llovía mucho mientras subía por la carretera de Caimito que me llevaría a la casa donde Georgette me esperaba. Yo esperaba una brujita en personaje, pero lo que encontré fue todo lo contrario. Georgette debe estar en los treinta, pero parece de veinticinco. Es una chica sumamente menuda. Me fui de allí pensado que había comprado su ropa en The Gap.

Georgette me hizo sentar con las piernas estiradas en un futón que había en el piso. Se sentó frente a mis pies y empezó a palparlos. Lo hizo por lo que parecieron ser dos minutos. Luego, me dijo que sentara cómodo, y empezó a hablar.

Habló sin parar por aproximadamente 45 minutos. Lo que hace Georgette es fundamentalmente pintar un cuadro de uno. En ese sentido, es igual a un pintor de Montmartre; se vale de sus sentidos, en el caso de ella, extrasensoriales para hacer un retrato de su sujeto.

Ya ni recuerdo que fue exactamente lo que me dijo. Sí recuerdo que todo lo que me decía me hacía sentido y hasta me recordaba cosas que ya había escuchado en la boca de mi astróloga o de mi psicóloga. Pero hay una parte de la que sí me acuerdo.

Hacia el final de la sesión, Georgette me anuncia que ahora me hablaría de mis vidas pasadas. Yo, que no sabía que esto era parte del package, me pasmé un poco, pero puse mucha atención.

“En la mayoría de tus vidas anteriores, has sido hombre y guerrero”, me dijo antes de repasar algunas de estas existencias pasadas. Georgette me contó que fui parte del ejercito de Atila, el Huno. Me habló de una herida que recibí en batalla y por la cual tuve que convalecer durante mucho tiempo. Me habló de un rollo con una mujer que ya ni recuerdo. Pero ésa no fue la única vida de la que me habló. Me dijo que estuve en París durante la época de revolución. También tuve algo que ver en la 1ra Guerra Mundial. De cada vida, me daba detalles. Como dije, en todas, era soldado. Ella me describía como un militar de alto rango, un mercenario que no lo pensaba dos veces antes de usar mi espada, bayoneta o rifle contra el enemigo.

Georgette guardó la gran revelación para el final. En mi pasada vida, fui un oficial nazi. “Tenías acceso a Hitler y hablabas cuatro idiomas: alemán, ruso, polaco y yidish”, me reveló. Yo estaba mitad consternado, mitad fascinado. Para mi tranquilidad, me dijo que tuve la oportunidad de arrepentirme, lo que supongo que significa que mi tara kármica no es tan pesada.

Mientras yo escuchaba a Georgette contar todas estas historias fantásticas, pensaba que esto era mejor que leer un libro de García Márquez. Lo tomé todo como literatura, pero qué gran literatura. Y fue genial porque me hizo pensar, no sólo en mí, mi historia y mis rollos, sino también en la función del arte y, sobretodo, de la literatura. Escuchándola, entendí que la función del arte es servir de espejo donde mirarnos y conocernos un poquito más.

Una cosa que me chocó fue que casi todos los amigos a los que les conté la parte del soldado nazi tuvieron las misma reacción: “Eso explica mucho; ahora te entiendo mejor”. Yo todavía no entiendo, aunque debo decir que las palabras de Georgette estuvieron muy presentes en mi mente durante el viaje que hice este año a Berlín. Muy dentro de mí, buscaba encontrarme con mi pasado yo.

2 Comentarios:

Blogger PLOP dijo...

Pues fíjate, Georgette fue bastante eurocéntrica en su relación de vidas pasadas. Pero el hecho de que ella fuera mexicana, como dice la canción de Led Zeppelin: Oooh, it makes you wonder!!!

12:36 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Respecto a esa vida pasada como oficial nazi tenemos mucho en comun de que hablar no he visto psicologos ni nada solo que aveces mi mente trae recuerdos como si fuera de ayer de cosas que pasaron en ese periodo contactame fabiangonzalezy@hotmail.com

4:27 a.m.  

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