BLAME IT ON RIO
Esto de tener un blog me ha venido como anillo al dedo. Digo esto porque, de un tiempo para acá, me ha dado con ver mi vida como una novela, siendo yo su protagonista (y, por supuesto, su narrador). Esto quiere decir que los sucesos en mi vida son evaluados (y valorados) en base a su literariedad. En ese sentido, no deja de sorprendreme cómo el universo conspira para que siempre tenga material para este blog. Mañana, por ejemplo, se cumplen tres años del viaje que hice a Brasil. La historia de ese viaje es la siguiente. En noviembre de ese año, yo me dejé de mi novia. Decidí que mi forma de bregar con la ruptura iba a ser yéndome de vacaciones en diciembre. Mi lugar de trabajo iba a cerrar por dos semanas y eso me daba tiempo suficiente para una escapadita. Me metí en orbitz y empecé a poner destinos exóticos en el buscador. Investigué los precios para viajar a lugares tan remotos como Dakar o Casablanca. En esas estaba cuando descubrí una oferta de Copa a Sao Paulo. Si mal no recuerdo el pasaje era algo así como $650. Mi hermanó y un amigo suyo se sumaron a la aventura.
Estuvimos un total de diez días, sin contar los dos días de viaje. Primero estuvimos en Sao Paulo, pero al ver que todo el mundo se había ido para la playa a veranear, alquilamos un carro y cogimos calle en dirección al pueblito costero de Parati, una villa pesquera que data del siglo XVII. Allí estuvimos tres días antes de seguir nuestro camino a Rio donde despediríamos el año junto a dos millones de personas en la playa de Copacabana. Para mi hermano y su amigo, la mejor parte del viaje fue Parati; para mí, fue Rio. Cuando viajo no me gusta ser turista; trato, más que nada, de hacer las cosas que haría normalmente en Puerto Rico. Es mi forma extraña de acercarme a lo que sería vivir en ese lugar. Los días se me iban en cosas como leer el Jornal do Brasil mientras me tomaba el café del desayuno, visitar una estupenda librería en Ipanema, ir al cine (vi El Gran Dictador, de Chaplin), almorzar pizza a la brasileña en algún Sindicato de Chopp. Pero lo más que hice fue caminar por sus aceras cubiertas de mosaicos. Despedimos el 2002 a pocos pies del agua en Copacabana. En varios puntos de la playa había tarimas gigantes; en una de ellas tocaba Jorge Ben. La toma de posesión de Lula fue al día siguiente. Todo era muy raro, pero muy familiar. Me fui de Brasil pensando que Brasil es como Puerto Rico, pero a la quincuagésima potencia. Cuando en Puerto Rico me preguntaban que qué me había parecido Brasil, siempre contestaba lo mismo: Después de diez días en Brasil, siento que estoy listo para ir a Brasil.
El único fallo del viaje fue que a las dos semanas de haber regresado a la isla, decidí volver con mi novia. Sólo duramos seis meses más; fue entonces que nos dejamos de una vez y por todas. De eso han pasado poco más de dos años, pero ella todavía me odia. Creo que resiente el que le haya hecho perder esos seis meses adicionales, el que, después de casi dos años de relación, no tuviera planes de casarme con ella. Todo esto lo pensé esta mañana cuando me la encontré por casualidad en La Mallorca. La saludé, pero cuando se fue, se despidió de mi acompañante, sin ni siquiera mirarme. Ya lo dijo Shakespeare: "Hell hath no fury like a woman's scorn." Pero a lo que voy es que yo ya había decidido escribir sobre mi viaje a Brasil. Anoche, le pedí prestadas a mi hermano las fotos que él y/o su amigo tomaron en Brasil (yo no tomé ni una). De todas las fotos, sólo encontré tres que sirvieran de algo: dos panorámicas de Rio y una foto indiscreta de una mujer en la playa. Las he usado para ilustrar este post.
Estuvimos un total de diez días, sin contar los dos días de viaje. Primero estuvimos en Sao Paulo, pero al ver que todo el mundo se había ido para la playa a veranear, alquilamos un carro y cogimos calle en dirección al pueblito costero de Parati, una villa pesquera que data del siglo XVII. Allí estuvimos tres días antes de seguir nuestro camino a Rio donde despediríamos el año junto a dos millones de personas en la playa de Copacabana. Para mi hermano y su amigo, la mejor parte del viaje fue Parati; para mí, fue Rio. Cuando viajo no me gusta ser turista; trato, más que nada, de hacer las cosas que haría normalmente en Puerto Rico. Es mi forma extraña de acercarme a lo que sería vivir en ese lugar. Los días se me iban en cosas como leer el Jornal do Brasil mientras me tomaba el café del desayuno, visitar una estupenda librería en Ipanema, ir al cine (vi El Gran Dictador, de Chaplin), almorzar pizza a la brasileña en algún Sindicato de Chopp. Pero lo más que hice fue caminar por sus aceras cubiertas de mosaicos. Despedimos el 2002 a pocos pies del agua en Copacabana. En varios puntos de la playa había tarimas gigantes; en una de ellas tocaba Jorge Ben. La toma de posesión de Lula fue al día siguiente. Todo era muy raro, pero muy familiar. Me fui de Brasil pensando que Brasil es como Puerto Rico, pero a la quincuagésima potencia. Cuando en Puerto Rico me preguntaban que qué me había parecido Brasil, siempre contestaba lo mismo: Después de diez días en Brasil, siento que estoy listo para ir a Brasil.
El único fallo del viaje fue que a las dos semanas de haber regresado a la isla, decidí volver con mi novia. Sólo duramos seis meses más; fue entonces que nos dejamos de una vez y por todas. De eso han pasado poco más de dos años, pero ella todavía me odia. Creo que resiente el que le haya hecho perder esos seis meses adicionales, el que, después de casi dos años de relación, no tuviera planes de casarme con ella. Todo esto lo pensé esta mañana cuando me la encontré por casualidad en La Mallorca. La saludé, pero cuando se fue, se despidió de mi acompañante, sin ni siquiera mirarme. Ya lo dijo Shakespeare: "Hell hath no fury like a woman's scorn." Pero a lo que voy es que yo ya había decidido escribir sobre mi viaje a Brasil. Anoche, le pedí prestadas a mi hermano las fotos que él y/o su amigo tomaron en Brasil (yo no tomé ni una). De todas las fotos, sólo encontré tres que sirvieran de algo: dos panorámicas de Rio y una foto indiscreta de una mujer en la playa. Las he usado para ilustrar este post.
2 Comentarios:
que grande el hirsuto, dejas lo mejor para el final. Dios mio, juro que pienso en Brasil y me da como una loquera de irme y dejarlo todo. Qué País!, por no decir que es un mundo. ?Cómo es que existe un Río, un New York en biquini? Con bosque, playas y todo lo demás...es uno de los lugares más intensos de los que he visitado en mi vida...Vámonos para Brasil ya...
brasil te hizo brujeria, a mi tambien...yo fui hace trss anhso tambien...entre la cerveza, la alegria contagiosa de la gente-no se, en ese sentido a mi se me parecio mucho a los puertorriquenhos-la comida, los parajes hermosos, la arquitectura modernista-burle marx con sus jardines y mosaicos en las aceras.. niemeyer y pedro mendes da rocha, son de lo mejor- son mas que suficiente para enamorarte de ese lugar, para setirte como en tu casa...a mi parecer, comparto tu gusto antituristico al visitar el lugar; prefiero inquirir sobre que lugar es a donde van los locales, explorar un poco, hablar con la gente y no hacerlo todo con un itinerario de guia tristico. asi uno aprende mucho mas, tambien descubre mas de lo que verdaderamente es el pais. lo mejor de todo es que, its never too late to go back to rio.
saludos :)
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