viernes, noviembre 10, 2006

VOLPI RULES

Si Irina Nikoláievna era tan libre, tan apasionada, tan excéntrica según los patrones de la época, y si había logrado librarse de los hombres por tantos años, ¿por qué se enamoró de manera tan absurda e inmediata de Yevgueni Konstantínovich Ponomariov? ¿Qué sintió al descubrir ese ingeniero industrial, ocho años mayor que ella, profesor adjunto de la universidad, guapo, luminoso y algo retorcido, como para renunciar a sus otras pasiones? Difícil saberlo. Uno de los mayores enigmas de nuestra especie radica en nuestro abstruso apareamiento: al elegir pareja -es decir, al buscar la otra mitad de ADN necesaria para replicarnos- no seguimos criterios biológicos ni racionales. El enamoramiento funciona como una ceguera voluntaria, una tara o una fiebre que se apodera de nuestras mentes y nos convierte en zombis o guiñapos. Para justificarse, Irina se decía que una bióloga jamás podría entender la mitosis si no exploraba por sí misma el significado del deseo carnal.

De "No será la Tierra", la nueva novela de Jorge Volpi (México, 1968).

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

¿Otra versión del discurso del tumbe profe-estudiante?

8:50 p.m.  

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