REMEMBRANZA DEL POLVO PERDIDO
Hace unos años, viví en Los Angeles. Acababa de terminar mi maestría, y decidí que me merecía un buen año de descanso y buena vida en la Costa Oeste. Compartía un apartamento de dos cuartos con un canadiense que había estudiado conmigo en Nueva York. Aunque él era un poco mayor que yo, ambos estábamos en esa etapa en la vida de un joven adulto en que lo más importante es tener la vida sexual de un príncipe saudí. De más está decir que lograrlo fue más difícil de lo que pensábamos. En el fondo, fue cuestión de suerte, y una inversión mínima de dinero.
Resulta que para esa época un amigo de Puerto Rico estaba haciendo una película y me llamó para pedirme un favor. En esencia, lo que él quería era que yo le dejara usar mi dirección postal en el casting call que iba a pautar en la revista Backstage. Yo le dije que claro, que cómo no. Y me olvidé del asunto. Hasta que un día, llegué al edificio y había un revolú en el mail room. Habían llegado cientos de sobres manila dirigidos a mi apartamento. Jens, mi roommate, no sabía nada –se me había olvidado decirle. Eran sobres llenos de headshots. Recuerdo que la estaca era casi cuatro pies de alto. Continuarón llegando durante el resto de la semana. Y hubo hasta un tipo que decidió entregar el suyo a la mano. ¡Eso fue freaky!
Unos días después, el amigo cineasta llegó y se llevó los sobres; hizo sus audiciones y regresó a Puerto Rico. Pero antes de irse, nos contó de las audiciones, sobre todo de la brega con las actrices que por estar en una película, hacen lo que sea, and I mean, lo que sea.
Eso fue lo que nos dio la idea a Jens y a mí. Escribimos un casting call para una película ficticia y pagamos los $257 que cuesta publicarlo en Backstage. Luego, alquilamos un teatro pequeño –eso nos salió como en $900 por dos días- y empezamos a citar a los actores, perdón, quise decir a las actrices. Un amigo de Jenz nos ayudó con la lectura de los papeles masculinos, con la condición de que lo incluyéramos en nuestro esquema. Una muy buena amiga mía aceptó a estar allí por aquello de que hubiera más gente. Con ella vinieron dos amigas más –dos postfeministas a la que les divertía la idea de coger de pendeja a tanta rubia tonta.
Y de hecho, lo más que llegaron fueron rubias tontas. Jenz hizo de productor y yo de director. Estábamos completamente en character. Él era lechón con un eterno power trip. Yo era el realizateur. Tuvimos hasta el descaro de hacer un segundo día de call backs.
Diría que 99.7% de las actrices eran malas de a vicio. Pero de ésas, 87.5% eran puras jevotas. Durante las audiciones procuramos que todo el mundo se enterará de dónde íbamos a estar janguendo esa noche. Ya el lector se puede imaginar lo que pasó.
No miento si digo que en un período de más o menos tres semanas yo tuve más sexo de lo que he tenido en el resto de mi vida, en varias ocasiones con más de una mujer a la vez. Ya al mes estaba harto de tanto sexo, y decidí cogerme un break, Jenz, por su parte, cometió el error de enchularse, pero eso no le duró ni dos meses, la cantidad de tiempo que le tomó a la jeva darse cuenta de que todo era un show.
Decidimos hacerlo de nuevo tres meses después –eso fue lo que nos tomó ahorrar los más o menos $2,000 que costaba la jugadita. Pero no funcionó. Las caras eran las mismas de tres meses antes, seguían dispuestas a lo que sea por un papel en una película, pero se había regado la voz. Todo Los Angeles parecía saber. Fue una pesadilla. A mí me pasó en dos ocasiones que me encontré de mesera en un restaurant a una de aquellas actrices y para qué era eso. No quería ni imaginarme que ingredientes sorpresa podía haber en la sopa. Las rubias tontas habían tenido su venganza.
Yo decidí adelantar mi regreso a Puerto Rico por dos meses. Así de friqueao estaba. Sin embargo, ahora que recuerdo aquel mes de degenere sexual, no descarto hacerlo de nuevo en el futuro, en otra ciudad, claro está.
Resulta que para esa época un amigo de Puerto Rico estaba haciendo una película y me llamó para pedirme un favor. En esencia, lo que él quería era que yo le dejara usar mi dirección postal en el casting call que iba a pautar en la revista Backstage. Yo le dije que claro, que cómo no. Y me olvidé del asunto. Hasta que un día, llegué al edificio y había un revolú en el mail room. Habían llegado cientos de sobres manila dirigidos a mi apartamento. Jens, mi roommate, no sabía nada –se me había olvidado decirle. Eran sobres llenos de headshots. Recuerdo que la estaca era casi cuatro pies de alto. Continuarón llegando durante el resto de la semana. Y hubo hasta un tipo que decidió entregar el suyo a la mano. ¡Eso fue freaky!
Unos días después, el amigo cineasta llegó y se llevó los sobres; hizo sus audiciones y regresó a Puerto Rico. Pero antes de irse, nos contó de las audiciones, sobre todo de la brega con las actrices que por estar en una película, hacen lo que sea, and I mean, lo que sea.
Eso fue lo que nos dio la idea a Jens y a mí. Escribimos un casting call para una película ficticia y pagamos los $257 que cuesta publicarlo en Backstage. Luego, alquilamos un teatro pequeño –eso nos salió como en $900 por dos días- y empezamos a citar a los actores, perdón, quise decir a las actrices. Un amigo de Jenz nos ayudó con la lectura de los papeles masculinos, con la condición de que lo incluyéramos en nuestro esquema. Una muy buena amiga mía aceptó a estar allí por aquello de que hubiera más gente. Con ella vinieron dos amigas más –dos postfeministas a la que les divertía la idea de coger de pendeja a tanta rubia tonta.
Y de hecho, lo más que llegaron fueron rubias tontas. Jenz hizo de productor y yo de director. Estábamos completamente en character. Él era lechón con un eterno power trip. Yo era el realizateur. Tuvimos hasta el descaro de hacer un segundo día de call backs.
Diría que 99.7% de las actrices eran malas de a vicio. Pero de ésas, 87.5% eran puras jevotas. Durante las audiciones procuramos que todo el mundo se enterará de dónde íbamos a estar janguendo esa noche. Ya el lector se puede imaginar lo que pasó.
No miento si digo que en un período de más o menos tres semanas yo tuve más sexo de lo que he tenido en el resto de mi vida, en varias ocasiones con más de una mujer a la vez. Ya al mes estaba harto de tanto sexo, y decidí cogerme un break, Jenz, por su parte, cometió el error de enchularse, pero eso no le duró ni dos meses, la cantidad de tiempo que le tomó a la jeva darse cuenta de que todo era un show.
Decidimos hacerlo de nuevo tres meses después –eso fue lo que nos tomó ahorrar los más o menos $2,000 que costaba la jugadita. Pero no funcionó. Las caras eran las mismas de tres meses antes, seguían dispuestas a lo que sea por un papel en una película, pero se había regado la voz. Todo Los Angeles parecía saber. Fue una pesadilla. A mí me pasó en dos ocasiones que me encontré de mesera en un restaurant a una de aquellas actrices y para qué era eso. No quería ni imaginarme que ingredientes sorpresa podía haber en la sopa. Las rubias tontas habían tenido su venganza.
Yo decidí adelantar mi regreso a Puerto Rico por dos meses. Así de friqueao estaba. Sin embargo, ahora que recuerdo aquel mes de degenere sexual, no descarto hacerlo de nuevo en el futuro, en otra ciudad, claro está.
6 Comentarios:
?Este relato es la segunda parte del sueño de anoche en el show de Conan O'Brian?
Hazlo en PR, en la Academia de Freaks de Joann Polanco. PERV!
Este comentario es a Yiye. Eres tú el autor de estas estupideces? No pienses que me he olvidado de ti. Te sigo buscando. Eres un cáncer. Con tu cinismo, le haces daño a la industria.
clamidia? sífilis? herpes?
En mi caso: miopía, autismo selectivo y distemia. Pero no creo que hayan sido transmitidas sexualmente.
ESTAS SUPER CRAZY PERO ADMIRO TU BABILLA.
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