domingo, diciembre 18, 2005

PON PAL CIELO


Con su caminar elegante y pausado, Raúl Rivera Ojeda fue desde su cubículo en la sección cultural hasta la oficina del director del periódico. Se sentó en una de los dos butacas frente al enorme escritorio de su jefe y, antes de hablar, hizo una pausa dramática.

-Se acaba de morir Borges. –dijo con una solemnidad que rayaba en la lascivia. Era el 14 de junio de 1986 y el escritor argentino había muerto en Ginebra de cáncer en el hígado.
-¿Quién va a escribir la nota? –preguntó su jefe sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.

Para Rivera Ojeda, no había nada más excitante que escribir los obituarios de gente famosa, sobre todo los de grandes escritores latinoamericanos. Así era cómo podía olvidarse de que era un mero redactor de la sección cultural de un periódico puertorriqueño y, por un instante y en dos cuartillas, estar al mismo nivel de los grandes maestros de la literatura, pensar que era uno de ellos.

-No te preocupes, que yo la voy a escribir. -contestó orgullosamente.
-Tienes media hora. -concluyó su jefe.

Rivera Ojeda salió de la oficina de su jefe y con el mismo caminar elegante y pausado atravesó la redacción y llegó hasta el baño de caballeros, uno de esos baños pequeños que sólo acomodan a una persona a la vez. Se paró frente al espejo y procedió a masturbarse. Lo hizo con los ojos cerrados, aunque de vez en cuando los abrió para mirarse en el espejo. Vernirse en el lavamanos le tomó un minuto y doce segundos. Luego se limpió las manos con agua y jabón, se las secó en una secadora y salió del baño como si nada hubiera pasado. Regresó a su escritorio y empezó a escribir el obituario de Borges.

3 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

whatever gets you through the night

10:53 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

oiga Irsuto, Cómo se enteró de mi?

Raúl Rivera Ojeda

11:00 a.m.  
Blogger PLOP dijo...

Leo los by-lines.

5:42 p.m.  

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