SOBREDOSIS DE BLOG
Hace poco leí que durante estos últimos meses del 2005, la cantidad de blogs en el internet se va a duplicar. No recuerdo los números exactos, pero estamos hablando de millones de blogs. Y parece que los puertorriqueños somos parte de ello. Últimamente, he estado, como dice Plaza, “patrullando” la blogósfera boricua y la mayoría de los blogs que encuentro son de reciente creación. Eso me hace a mí, con apenas seis meses de experiencia, casi un veterano.
Así que todo el mundo y su abuela tiene un blog. Y no hablan de más nada que eso, que es lo más freaky. La otra noche estaba en una fiesta de escritores, y todo el mundo estaba hablando de su blog. ¡Hasta yo hablé del mío, qué diablo! Todavía estoy tratando de entender el fenómeno.
Hace unos días, recibí un e-mail del autor del e-mail que publiqué hace una o dos semanas aquí en el blog, no el de los problemas de comunicación en la oficina, sino el otro, el que solicitaba donativos en efectivo para un pobre, pero querido amigo. Me decía la persona en el e-mail que había sentido tristeza al ver que había publicado su e-mail, y se reafirmaba en haberlo enviado. Yo le contesté que asumía completa responsabilidad por haberlo publicado y que le pedía disculpas por cualquier molestia. También le agradecí que me hubiera comunicado su sentir.
Una cosa que me reclamó esa persona es que hubiera eliminado los nombres (y supongo que también los números de teléfonos) incluidos en el e-mail. La persona supuso que mi intención al hacerlo fue hacerla sentir vergüenza. Esto me puso a pensar.
No puse los nombres por dos razones: (1) respeto la privacidad de las personas, y (2) mi blog tiene sólo un protagonista: yo. O dicho de otro modo: La Ínsula Hirsuta es una radiografía del mundo interno de su autor. Aquí no se habla de más nadie que de mí. Que me acusen de solipsismo, pero de eso se trata tener un blog.
Fue así cómo entendí lo siguiente: quizás la razón por la que todo el mundo habla de su blog es porque ésa es nuestra forma de comunicarnos con el resto del mundo. Me pasa, por ejemplo, con Plaza; hay cosas que no tengo que decirle o contarle, pues ya las leyó en el blog. Eso hace que, cuando nos vemos, podamos usar el tiempo para hablar de cosas más importantes que el blog.
Así que todo el mundo y su abuela tiene un blog. Y no hablan de más nada que eso, que es lo más freaky. La otra noche estaba en una fiesta de escritores, y todo el mundo estaba hablando de su blog. ¡Hasta yo hablé del mío, qué diablo! Todavía estoy tratando de entender el fenómeno.
Hace unos días, recibí un e-mail del autor del e-mail que publiqué hace una o dos semanas aquí en el blog, no el de los problemas de comunicación en la oficina, sino el otro, el que solicitaba donativos en efectivo para un pobre, pero querido amigo. Me decía la persona en el e-mail que había sentido tristeza al ver que había publicado su e-mail, y se reafirmaba en haberlo enviado. Yo le contesté que asumía completa responsabilidad por haberlo publicado y que le pedía disculpas por cualquier molestia. También le agradecí que me hubiera comunicado su sentir.
Una cosa que me reclamó esa persona es que hubiera eliminado los nombres (y supongo que también los números de teléfonos) incluidos en el e-mail. La persona supuso que mi intención al hacerlo fue hacerla sentir vergüenza. Esto me puso a pensar.
No puse los nombres por dos razones: (1) respeto la privacidad de las personas, y (2) mi blog tiene sólo un protagonista: yo. O dicho de otro modo: La Ínsula Hirsuta es una radiografía del mundo interno de su autor. Aquí no se habla de más nadie que de mí. Que me acusen de solipsismo, pero de eso se trata tener un blog.
Fue así cómo entendí lo siguiente: quizás la razón por la que todo el mundo habla de su blog es porque ésa es nuestra forma de comunicarnos con el resto del mundo. Me pasa, por ejemplo, con Plaza; hay cosas que no tengo que decirle o contarle, pues ya las leyó en el blog. Eso hace que, cuando nos vemos, podamos usar el tiempo para hablar de cosas más importantes que el blog.
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