Dentro de poco, mi amigo el Desentramado se va para NYC. Hace una o dos semanas entregó su apartamento en el Viejo Miramar y desde entonces pasa sus noches (y días) en la casa de su esposa en Cupey. Es así cómo, a días de su partida, nos hemos hecho vecinos. El domingo pasado, lo que se suponía que fuera un simple almuerzo se convirtió en toda una expedición. Como el Desentramado me había dicho que tenía en mente escribir sobre su estancia en Cupey, sentí que era mi obligación darle un tour del área. Tenía la intención de llevarlo por el Cupey suburbano, pero pronto me di cuenta de que eso no hacía sentido ya que gran parte de las urbanizaciones tienen control de acceso. Me decidí entonces por el Cupey rural, ese Cupey que el resto de Puerto Rico conoce como el hogar de Tito y el lugar donde mataron a Vigoreaux.
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Nuestra primera parada fue en el lago Las Curías. Casi nadie sabe de la existencia de este impresionante lago artificial, construido en algún momento de la primera mitad del siglo XX. Como pueden ver, el “main atraction” del Lago es su famosa corneta, la cual actúa como un desagüe. Cuenta la leyenda urbana que un vidente alguna vez dijo que aquí era que estaba el cuerpo de Yesenia.
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Le propuse al Desentramado que fuéramos a comer a las lechoneras de Carraizo, a las cuales se llega fácilmente a través de Cupey Alto. No teníamos casi gasolina, por lo que paramos a echar. El de la foto es el tío sexagenario del Desentramado, quien nos acompañó en nuestro viaje y a quien le pedimos que llenara el tanque.
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Ya en suelo de Trujillo Alto, le pasamos por el lado al Imperial Suites Hotel, que de hotel no tiene mucho y que promociona tener cabañas temáticas. La entrada es bastante imponente.
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Fue así cómo llegamos a las lechoneras. Boricua al fin, me dio por hacer todo un “shooting” de los lechones. Pedimos lechón, morcilla, pasteles y arroz con gandules. El Desentramado bebió Medalla y yo una botella de agua. En un momento dado, me percato de la presencia de un personaje de la fauna política del país.
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“¿Licenciado, nos permite tomarnos una foto con usted?”, le pregunté a Thomas Rivera Schatz, quien en ese momento se encontraba en la esquina de la barra de la lechonera, hablando con un borracho. “Sí, claro”, me contestó y rápido se puso de pie y asumió su posición entre el Desentramado y yo. Al tío del Desentramado le tomó tiempo entender cómo usar la cámara. No obstante, la foto quedó bien. El de la idea del “thumbs up” fue el Desentramado. Yo rápido mangué la movida e hice lo mismo. Fue una gran tarde.