En donde el hirsuto rememora toda la pizza que se ha comido en su vida y reflexiona sobre el estado actual de dicha comida en la ínsulaEn el principio fue el Happy Ranch, la pizzería que todavía está en el sector conocido como el Cinco, muy cerca de donde ahora está la estación de Cupey del Tren Urbano y donde antes estuvo el supermercado Más. A esa pizzería íba cada vez que mi equipo de baloncesto en la liga infantil de Bucaplaa, ganaba un juego importante. Después vino Sbarro, especialmente el de La Terraza de Plaza Las Américas. ¡Cuántas noches de semana de mi infancia fui a cenar allí con mi familia! A veces en Sbarro te daban un pedazo extra gratis por aquello de hacerle espacio a la pizza que acababan de sacar del horno. Mientras hacía la fila, miraba las pizzas con la esperanza de que me tocara ese canto extra. Era un glotón. ¡Qué preadolescente no lo es con su comida favorita. Llegué a comerme, de una sentada, hasta tres inmensos pedazos de Sbarro. Fui uno de esos niños que se empeñan en sólo comer una o dos cosas, casi siempre de fast food. En mi caso, cheeseburguers doble carne de Burger King (solía pedir dos) y los pedazos de pizza de queso de Sbarro. ¡A veces me sorprendo de que tenga tan buena salud! La cantidad de basura que he comido en mi vida es impresionante. Los cheeseburguers fueron desapareciendo de mi dieta; la pizza no. He llegado a pensar que la combinación de queso y pan es tan adictiva como la nicotina, por lo menos para mí.
Del 96 al 98 viví en Nueva York, la capital de la pizza. Vivía en el complejo de edificio que queda justo detrás de la biblioteca de NYU en la calle 3. Para llegar a mí casa en Subway, lo mejor era bajarme en la parada de West 4th. Salía por la salida sur y caminaba cuatro bloques hasta llegar a mi apartamento en el tercer piso del Washington Square Village. En uno de esos bloques, si mal no recuerdo el que hace esquina con la calle MacDougal, estaba Ben’s Pizzería. Allí paraba cuando iba para algún sitio y no había comido y cuando regresaba de janguear y necesitaba algo con que atemperar la nota. Las pizzas de Ben’s son sustanciosas; amplias y con una capa gruesa de un queso mozzarella muy particular. No obstante, la pizza niuyorquina par excellence no es la de Ben’s sino la de Ray’s, una franquicia de pizzerías con lo que parecen ser cientos de sucursales en Manhattan. La pizza de Ray’s es relativamente finita, grasosa (esto es esencial), su masa debe estar levemente tostada y, por alguna razón, la sirven bieeeeen caliente. Uno de los misterios más grandes de Nueva York es cómo hacen para que todas las pizzas de Ray’s sepan iguales. Alguna fórmula secreta deben de tener. Lo interesante del caso es que esta fórmula secreta hoy día está en mano de inmigrantes mexicanos que son los que a fin de cuentas hacen estas pizzas tan niuyorquinas como los Yankees.
En Puerto Rico, no hay tanta cultura pizzera. Prueba de ello es que aquí apenas tenemos un estilo propio de hacer pizzas. No es cómo, por ejemplo, en Argentina o Brasil cuyas pizzas son muy distintivas. La pizza que se come aquí es una imitación de la que se come en Estados Unidos, es decir, la de Sbarro, Pizza Hut. Domino’s, etc.
¿Dónde se come la mejor pizza en Puerto Rico? La respuesta a esta pregunta es cuestión de gustos. Todo depende del tipo de pizza que uno quiera comer.
1. La pizza gourmet
En esta categoría, los argentinos son los reyes. Cuando quiero comerme una pizza sabrosa y elaborada voy a uno de dos sitios: Danny’s en el Condado o Juan Pan Pizza en la Roosevelt. Hay quienes le rinden pleitesía a la Vía Apia, pero yo no soy uno de ellos. Ese tipo de pizza rústica me aburre y, peor, me deja con hambre. Lo mismo me pasa con la de Magno. Casi igual de over-rated está la de Pizzaiolo, la cual resulta exótica sólo la primera vez que uno se la come. Yo voy a Pizzaiolo pero no por las pizzas, sino por las caipirinhas y los vídeos del carnaval.
2. La pizza de gasolinera
Dicen los sanjuaneros que la mejor pizza del Viejo San Juan está realmente en Puerta de Tierra, específicamente en el Esso Food Shop de ese sector.
3. La pizza de mala muerte
Hace unos años, en medio de una filmación en Bayamón, dio la hora trece, lo que en una filmación significa la hora del second meal. Era lunes a las 11:00 p.m. Me tocó a mí, como productor, buscarle comida a los técnicos. Fui de Bayamón a, dónde más, Pizza City en Isla Verde. Es dónde único se me ocurrió que podía encontrar comida para 20 personas un lunes a esa hora. La pizza de Pizza City es decente. Su función es precisamente resolver a altas horas de la noche. En cualquier momento allí se puede formar un tiroteo, pero creo que ese es parte de su allure. Una que cae en esta categoría, pero a la que no voy ni aunque me paguen es Fancy Pizza, la que queda cerca del San Juan Health Centre en la Ave. De Diego. El problema que tengo con Fancy no es sólo que la tristeza de sus pizzas, sino el hecho de que ahí es que janguean los músicos de la Orquesta Sinfónica, una fauna bastante freaky.
4. La pizza suburbana
Faccio Pizza es una institución de Cupey. Su pizza no se parece a ninguna otra en Puerto Rico. Es rica, aunque un poco empalagosa (¡qué pizza no lo es!). Se distingue por una masa entre fina y gruesa, robusta pero flexible, cubierta con una capa discreta de salsa de tomate y un queso que sabe cómo derretirse.
5. La pizza de barrio ¿fino?
Cuando estaba en cuarto año de escuela superior, mis compañeros que tenían carro iban, en la hora de almuerzo a uno de dos sitios, a jugar billar en El Criollo o a comer calzones en el Marcano’s Pizza de Las Lomas, barrio donde se crió Daddy Yankee. Los calzones de Marcano’s son hasta el día de hoy los más grandes que he visto en mi vida. Y deben costar como cinco pesos.
6. The Guaynabo Pizza
Hace par de meses, fui por primera vez a Shirley’s Pizza, la pizzería que queda casi a la entrada de Buchanan y que tiene fama de ser la pizzería favorita de los guaynabitos. La pizza es decente, pero no espectacular. Eso sí: la cerveza estaba bien fría.
7. La pizza delivery
Las pizzas de Domino’s y Pizza Hut tienen sus encantos, sobretodo si vienen con un padrino de Coca Cola. Pero yo prefiero la de Papa John’s.
¿Cuál de todas estas es la que más me gusta? Tengo que decir que soy un adicto a Danny’s en el Condado. Y eso que odio el Condado, el Chelsea boricua. Sobre Danny’s puedo decir que su cuerpo de meseros es bien freaky. Es una mezcla de boricuas queers y pibes acabados de bajar del avión, con esa cara de “¿qué carajo hago yo en esta mierda de isla?” que tienen todos los argentinos que han llegado a Puerto Rico durante los últimos cinco años. Soy el primero en quejarme de la plaga de argentinos que se vive en este país, pero en el fondo me dan pena. No les quedó más remedio que irse de una ciudad bien gufeá y ahora lo único que hacen es trabajar para hacer dinero que luego le envían a sus familias.
Y usted, amigo lector, ¿qué tiene que decir sobre el estado de la pizza en la ínsula?